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NOBLEZA

Posted on Oct 2, 2017 by in Sin categoría | 0 comments

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La familia Cantalapiedra iba a comenzar sus vacaciones estivales; esta familia es amante de los animales, prueba de ello es que el matrimonio y su hijo conviven con tres perros y un pájaro en su piso de la capital de España. Este año tenían concertado como otras veces dejar a sus animales en una empresa que se dedica a proporcionar cuidadores o guarderías para animales domésticos durante el periodo vacacional de sus dueños. El día  anterior a emprender el vuelo, el matrimonio y su hijo junto a sus perros, dos bichones maltesess y un podenco, se dirigieron a un pueblo de Toledo donde la empresa les había facilitado un cuidador en una casa con un gran patio que parecía perfecto para la estancia de los animales. Así se hizo; una vez acomodados los perros, la familia volvió a su hogar a ultimar los preparativos para el día siguiente comenzar el viaje a las siete de la mañana. No hacía ni media hora que habían regresado a casa cuando Kike, el cuidador, los llamó por teléfono para pedirles que fueran a recogerlos, que Cactus (el podenco, llamado así porque lo encontraron abandonado en un campo desértico sólo con unos cactus en Almería)se había puesto a dos patas y se le había echado encima cuando los iba a sacar a pasear. Estela, la dueña, le dijo que eso era normal, que como ella  está mal de la espalda lo tiene acostumbrado a ponerle la correa en esa posición. Kike, muy nervioso, le dijo que él  estaba mal del corazón y no podía tener sobresaltos, que fueran de inmediato a recoger a Cactus, los otros dos se podían quedar; Estela dijo que no iba a separar a los perros por ningún motivo, había pagado por adelantado la estancia de los animales y lo que estaba ocurriendo no era lógico. Kike, sintiéndose muy agobiado, de muy malas maneras amenazó con llamar a la guardia civil para que se lo llevaran, o lo soltaría en el campo.

Cuando Santi, el marido de Estela, oyó esto cogió las llaves del coche y regresó a recoger a sus perros. Estela se quedó en casa, se puso en contacto con la dueña de la empresa que le prometió dar solución a sus problemas. Las horas pasaban y no encontraban quien se pudiera hacer cargo de ellos durante la semana que iban a estar fuera. Santi regresó con los animales, y viendo que era la una de la madrugada del día del viaje y no tenían solución, llamó a los abuelos de la familia que también iban de viaje con ellos para decirles que renunciaban a las vacaciones. Pau, el niño de la pareja, se quedó dormido con el corazón dividido, tenía muchas ganas de ir en avión pero por otro lado no entendía porque alguien no quería estar con Cactus que era su compañero de juegos, su amigo, prácticamente su hermano.

Sobre las tres de la mañana llamaron a la puerta, un señor en un monovolumen recogía a los perros para llevarlos con una cuidadora en una céntrica calle de Madrid. A las seis de la mañana Lidia, la cuidadora, mandaba una foto de los tres «angelitos» plácidamente dormidos en el salón de su casa. Los Cantalapiedra podían irse tranquilos de vacaciones.

La semana en Canarias pasó rápidamente; la cuidadora mandaba fotos de los perros a diario para tranquilidad de sus dueños.

Al regreso, el reencuentro fue muy emotivo, los perros se deshacían en muestras de cariño a sus dueños y muy especialmente de Cactus a Pau. Lidia con unas lagrimitas en los ojos dijo que los echaría de menos, que cada perro tenía su personalidad propia, y los tres eran especiales.

El fin de semana siguiente de su regreso de Canarias decidieron ir todos juntos, incluidos los perros, a pasar un día en el campo en el río, donde los perros solían disfrutar de sus juegos y su baño en las frescas aguas.

Mientras Estela preparaba el pícnic junto a los perros pequeños, agotados de tanto jugar,  Santi y Pau se fueron a pasear con Cactus por la orilla del río, no llevaban ni diez minutos andando cuando vieron a lo lejos que en mitad del cauce algo se agitaba, de repente Cactus se soltó bruscamente de la correa lanzándose al río nadando hasta donde un hombre ya sin fuerzas se hundía, lo cogió por un brazo y lo arrastró hasta la orilla donde Santi socorrió al hombre, que afortunadamente se recuperó enseguida. Todos se llevaron una enorme sorpresa: cuando el hombre abrió los ojos lo primero que vio fue a Cactus lamiéndole las piernas y a Santi asombrado; el hombre era Kike.

La nobleza de los animales nunca será igualada por los hombres.

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