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¿ESTAFADORA O ESTAFADA?

Posted on Dic 1, 2018 by in Sin categoría | 0 comments

Fátima

Carmina es una adorable viuda de ochenta años que no aparenta ni uno más de setenta. Se mantiene física y mentalmente ágil, con buena salud. Vive en un adosado de dos plantas y buhardilla con tres habitaciones, dos cuartos de baño y un pequeño jardín en el que entretenerse los días de sol cuidando sus plantas.

Económicamente, con su pensión puede vivir sin ningún problema pero siempre le ha gustado mucho el dinero; es por ello que desde que está jubilada alquila un par de habitaciones para conseguir un dinero extra que termina normalmente en manos de sus hijos, que viven en otra ciudad y que casualmente sólo visitan a su madre a final de mes.

Esta vez tenía un colombiano de unos cincuenta años en una habitación y un marroquí de cuarenta en otra. Desde el primer día que les alquiló las habitaciones, Carmina conectó estupendamente con el marroquí al que veía muy atractivo; por el contrario el colombiano no era santo de su devoción.

Hace un mes, para finales como siempre, vino uno de sus hijos para contarle a su madre las vicisitudes económicas por las que estaba pasando, la empresa de reparaciones del hogar que tenía no estaba funcionando bien, solo podía cubrir gastos, y tenía un imprevisto con Hacienda de 3.000 euros para dentro de un par de meses al que no podía hacer frente; pidió el dinero a  su madre; ésta, que había gastado los ahorrillos en un viaje por Europa con las amigas, se encontró sin disponibilidad pero no dijo nada; al contrario, con toda normalidad aseguró al hijo que tendría el dinero en un par de meses; de momento le dio los 500 euros que le habían pagado del alquiler de las habitaciones para que pudiera pasar el mes.

Una noche, cuando llegó el marroquí, la vio sentada en el sofá cabizbaja; le preguntó si se encontraba bien y ella le contó el problema que tenía; él, con una gran sonrisa en los labios, le dijo que solo era dinero, que todo en esta vida tiene solución menos la muerte; pero a Carmina las palabras de consuelo no le hacían efecto; entonces, mirándola a los ojos le preguntó si quería resolver el problema rápidamente; Carmina asintió con la cabeza y en ese preciso momento comenzó la ruina de Carmina sin que ella se lo pudiera imaginar.

El marroquí le propuso, como el colombiano dejaba la casa, decir que al marcharse había robado dinero y joyas, poner una denuncia en la policía, y el seguro se haría cargo de todo. A Carmina le pareció una idea estupenda, conseguiría el dinero para su hijo. Miró a Jasham, así se llamaba el hombre, y le dijo que no sabía cómo podía agradecérselo; él respondió sin vacilar:

«Puedes decir que también te quitó la cartilla del banco y ha sacado el dinero de la misma; yo voy con la cartilla, cojo el dinero, lo guardo hasta que esto termine para que la policía vea que no te queda nada, y denuncias al banco por entregar el dinero a un desconocido. Cuando te devuelvan el dinero, vamos a medias». Carmina abría los ojos como platos. Resolvía lo de su hijo y ganaba un dinero extra.

Sin pensarlo dos veces, a la mañana siguiente fue a la comisaría a denunciar al colombiano. La policía le preguntó que cómo estaba tan segura de que había sido él. Ella inventó una historia: que la había llamado al móvil y la había amenazado con que no dijera nada hasta que él estuviera en su país, que lo sentía pero que tuvo que hacerlo porque tenía una emergencia familiar. El policía tomaba nota de todo lo que ella decía y le pidió que le mostrara el móvil donde se viera el día y la hora en que el hombre hizo la llamada. Ella rápidamente  contestó que al intentar enseñárselo a una vecina lo borró sin querer. Una vez leída y firmada la denuncia por Carmina, ésta volvió a su casa toda ilusionada; mandó copia de la denuncia al seguro y fue al banco a poner otra queja allí.

Esa noche cenó con Jasham, estaba realmente ilusionada, se sentía como nunca se había sentido, estaba viviendo una aventura de película y junto a ella un hombre joven que de vez en cunado le cogía la mano y le decía que todo saldría bien.

Dos días más tarde, se presentó la policía en su casa para pedirle que fuera con ellos a comisaría, la investigación había dado resultados y necesitaban enseñarle algo. Carmina accedió gustosa. Al llegar a comisaría el inspector que llevaba el caso le mostró un vídeo en una tablet, era Jasham en el banco sacando el dinero de la cartilla el mismo día que ella puso la denuncia. Carmina no sabía qué decir; no podía explicar nada. Acto seguido le dieron una notificación de la denuncia que el colombiano le había puesto por injurias; la policía lo localizó en su trabajo, no se había ido a  su país, estaba viviendo con su pareja y pudieron demostrar que él no había hecho nada.

Cuando volvió a casa vio la habitación de Jasham abierta, el armario vacío, los cajones de la mesilla vacíos. Se había ido con el dinero que sacó de la cartilla. Él si se había intentado marchar a su país. La policía lo detuvo en el aeropuerto.

Carmina estaba desbordada; la policía le había informado que tendría que atenerse a las consecuencias de poner una denuncia falsa; fue al salón, se sentó en el sofá y en la mesita vio una diminuta mano de Fátima que Jasham le había dejado junto a la cartilla del banco vacía.

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