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ESPERANZA

Posted on Mar 19, 2018 by in Sin categoría | 0 comments

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Carmelo había dejado su vida cosmopolita en Madrid capital, su trabajo de publicista, su piso en el barrio de Salamanca, todo, abandonó todo para irse a una aldea de Galicia donde montó una casa de turismo rural, llamada Esperanza, en plena naturaleza rodeada de árboles y prados. Sobre la casa se construyó un  apartamento para él; cuando los turistas ocupaban la casa, él se hacía cargo de todo lo que necesitaran: información, desayunos y si lo deseaban comidas y cenas, ya que Carmelo siempre había tenido como hobby la cocina y se le daba realmente bien.

A veces echaba de menos el bullicio de la capital, pero la mayoría del tiempo disfrutaba enormemente de la paz y tranquilidad que le aportaba su nueva vida.

Se acercaba la Semana Santa y la casita había sido reservada. Carmelo revisaba todo para que estuviera a punto cuando los turistas llegasen. Comprobó la caldera, que no hubiera ninguna bombilla fundida, que estuviese todo en su sitio y por último lo que siempre le daba más faena, la televisión. El lugar era de una belleza increíble, pero tenía el problema que, dependiendo del tiempo atmosférico, costaba captar las emisoras. Ese día hacía frío, viento y llovía; cuando Carmelo encendió la tele, ésta tenía esa neblina grisácea que no deja ver ningún canal. Subió al apartamento, salió a la terraza donde tenía instalada una antena parabólica que la mayoría de las veces, con girarla un poquito, permitía captar la señal.

Bajó y comprobó que ya se veía; le llamó la atención la noticia que estaban dando en ese momento: «Ha fallecido el famoso cantante de hip-hop Delco, victima de un accidente de tráfico…»; en ese momento sonó su móvil, era su amigo Fran, quedaron en el bar del pueblo junto a otros dos amigos para ver el partido de fútbol.

Estaban en el descanso del partido cuando Carmelo se acordó de la noticia  que había visto en la tele y la comentó a sus amigos, estos le dijeron que eso era imposible porque el cantante estaba en esos momentos dando un concierto en Lugo. Carmelo estaba confuso, estaba seguro de lo que había visto pero sus amigos buscaron por internet fotos del concierto y allí estaba Delco. Carmelo pensó que debería haber confundido el nombre.

Pasaron dos días, el televisor falló otra vez. Nuevamente subió a mover la antena, al bajar la tele funcionaba perfectamente y otra vez una noticia captó su atención:»… un terremoto de seis grados en la escala Richter , con epicentro en el municipio de Valverde en la isla de El Hierro, había ocasionado ciento cincuenta muertos e importantes daños…». Sonó el teléfono, era Fran muy nervioso:

– «Carmelo, tío, que ha muerto Delco en accidente de tráfico …»

Carmelo colgó el teléfono, estaba pálido, se sentó en el sofá, no podía creer lo que pasaba, ¿el televisor le avisaba de la desgracias antes de que ocurrieran?, ¿lo de Canarias aún no había sucedido?, ¿podía evitar que esas 150 personas murieran?, ¿qué podía hacer él?. Preguntas y más preguntas invadían su mente. Volvió a sonar el teléfono, Fran estaba preocupado por la forma en que Carmelo había cortado la conversación. Éste le pidió disculpas y le dijo que fuera a su casa. Una vez juntos Carmelo le contó lo que pasaba con la antena; Fran evidentemente dijo que eso era imposible; no podía predecir el futuro ni la tele ni nadie; pero lo cierto era que lo del cantante de hip-hop había sucedido y cabía la posibilidad de que ocurriera el terremoto; tenían la obligación de intentar que alguien les escuchara e impedir esas muertes.

Fueron a su ayuntamiento, donde con mucha educación les dijeron que se fueran, que si los sismólogos no habían avisado de nada, nada podían hacer.

No conformes con la respuesta, ambos amigos, se dirigieron a Madrid, querían comunicar lo que sabían al Instituto Geográfico Nacional. Esta vez no dijeron que lo sabían por la tele. Inventaron que tenían un amigo en América en el Centro Sismológico de allí donde habían captado información suficiente como para predecir un terremoto en la isla.

Nadie los tomó en serio. Estaban desesperados, no sabían qué hacer; de repente a Carmelo se le ocurrió una posible solución, anunciarlo a bombo y platillo en la cadena televisiva de mayor audiencia. De su etapa de publicista tenía conocidos y buenos contactos, recurrió a ellos; consiguió que en un programa de entrevistas algo sensacionalista dieran la noticia. No podían hacer más.

Dieron tantos datos sobre el posible terremoto: la hora, el sitio concreto del epicentro, el nombre de la ciudad, dónde serian los daños mayores, qué zona de la isla no se vería afectada… que al día siguiente, el día previsto, la gente de la zona abandonó sus casas, sus comercios y se fueron a la zona segura. Sobre las cuatro de la tarde, la tierra tembló de tal manera que muchas casas se derrumbaron, algunas carreteras se agrietaron, pero salvo unas gallinas no hubo más victimas mortales. Gracias a Carmelo y a su amigo estaban a salvo.

¿Sería Esperanza un sitio privilegiado? ¿Cómo podía ocurrir eso? De momento no habían respuestas; pero a Carmelo le cambió la vida, no de la forma que él esperaba, ahora vivía obsesionado con la tele y las «noticias especiales».

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